En el campo de batalla, el chimalli (escudo circular) fue una poderosa arma defensiva de los guerreros mexicas. En sus versiones de lujo fue insignia de valor en ceremonias y rituales, usado por gobernantes, sacerdotes, para ataviar deidades y para distinguir a los mejores combatientes y jefes de grupos guerreros. Pero la naturaleza orgánica de sus materiales constitutivos y el paso del tiempo, lo convirtieron en uno de los objetos históricos más frágiles.
De los destinados a la guerra ninguno se conservó; de los insignia, profusamente decorados con finas láminas de oro, plumas de aves multicolores, piedras semipreciosas, perlas y cascabeles, existen cuatro en el mundo y sólo uno está en México.
Esta pieza excepcional ha permanecido guardada por varios años en condiciones controladas en las colecciones del Museo Nacional de Historia, Castillo de Chapultepec, y ahora es mostrada al público en una exposición temporal que relata su biografía: Chimalli. Tesoro de Moctezuma en Chapultepec que se presenta como parte de la celebración por los 80 años de creación del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y los 500 años de la llegada de los españoles a territorio mexicano.
La muestra, que permanecerá hasta finales de mayo, es resultado de cuatro años de investigación multidisciplinaria, encabezada por Laura Filloy Nadal y María Olvido Moreno Guzmán, curadoras de la exposición.
La visita a la exhibición parte en el muelle de embarque de los objetos de plumas mesoamericanos rumbo a Europa, donde este tipo de trabajo no era conocido y por tanto fue motivo de regalos e intercambios entre las cortes, enriqueció armerías, cámaras de maravillas (espacios europeos del siglo XVI a XVII donde se coleccionaban objetos de la naturaleza y las culturas de todo el orbe) y monasterios.
La Casa de Austria, a la que pertenecía Maximiliano de Habsburgo, poseyó importantes colecciones procedentes del Nuevo Mundo. En 1865, siendo emperador de México, Maximiliano hizo las gestiones necesarias para el retorno del chimalli con la intención de integrarlo a las colecciones del Museo Nacional Mexicano. El escudo retornó a nuestro país en 1866.
En contraste, la primera sala aborda, entre otros temas, los escudos europeos, principalmente las ligeras adargas elaboradas en cuero con formas ovalada de corazón o riñón, que los españoles retomaron de la caballería musulmana entre los siglos XV y XVI.
Los chimallis se pueden clasificar por los motivos de sus campos, los diseños son muy variados, siendo dos los más socorridos: los grecas y los medias lunas. El nombre de las primeras en náhuatl es xicalcoliuhqui chimalli; a los escudos con medias lunas en su campo se les llamó cuexyo chimalli (escudo huaxteco) y a este grupo pertenece el chimalli de Chapultepec.
El cuexyo chimalli fue retomado en la plástica mexicana del siglo XIX para representar al mundo indígena, la colaboración con el Instituto Nacional de Bellas Artes hace posible una revisión por el chimalli en el arte del siglo XIX, tema que se incluye en esta primera sala y que es el preámbulo para mostrar la pieza.
Flanqueado por los retratos de Moctezuma II y Maximiliano, el cuexyo chimalli luce en todo su esplendor al inicio de la segunda sala que lleva a un recorrido por el mundo del emperador mexica: los talleres especializados de los amantecas de Tenochtitlan, materiales, procesos, implementos para elaborar cada componente del chimalli y un video explicativo de las técnicas descritas en las crónicas de Sahagún.
El cuexyo chimalli se exhibe por primera vez en un contexto que permite observarlo por el frente y su cara posterior. El campo, ornamentado con plumas —en mosaico y atadas— y la piel moteada de un felino; así como las medias lunas decoradas con restos de pelo de conejo. Se ve con detalle dado el emplazamiento del objeto en un nuevo soporte museográfico.
La cara posterior del chimalli permite apreciar los elementos estructurales y funcionales que lo hacían ligero a la vez que resistente: dos capas de estera con más de 350 varillas cada una, cuatro varas, enarmas y tensores. La identificación del otate o bambú mexicano en las varillas y travesaños fue realizada por expertos de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa.
En esta sección se explican los resultados de la investigación sobre la obtención de las materias primas, las tecnologías para su extracción y transformación, así como los pasos de construcción de tan complejo objeto mediante un sistema de producción bien organizado en el que colaboraban distintos especialistas: amantecas, orfebres y tlacuilos o pintores.
De acuerdo con el estudio de las curadoras, se necesitaron más de 26 mil plumas para elaborar el chimalli de Chapultepec; tan solo para el borde se requirieron 17 mil plumas de una Vermívora, de la cual se debieron ocupar unos 330 ejemplares. En este contexto, el recorrido por la segunda sala despliega el patrimonio biológico contenido en un objeto.
A lo largo de la exposición cédulas, mapas, líneas de tiempo, infografías y cinco videos más, presentan información complementaria haciendo de esta exposición un espacio que tiene como objetivo despertar el interés y la curiosidad de los visitantes quienes podrán apreciar algunos objetos que se exhiben por primera vez.
En la última sala, por medio de esculturas en piedra y cerámica, fragmentos de pintura mural, mosaicos de turquesa y chimallis votivos, se expone el uso de los escudos en diferentes regiones de Mesoamérica: occidente, área maya, costa del Golfo, Altiplano Central y Oaxaca. Se abordan las diferencias entre dos tradiciones tecnológicas: el armamento indígena y el español.
Finalmente, se muestran imágenes de Moctezuma II en distintos periodos de la historia: desde los relieves en las peñas del cerro de Chapultepec, donde el tlatoani aparece con su escudo, hasta un grabado que constituye el primer retrato del emperador mexica conocido en Europa, donde aparece con un cuexyo chimalli idéntico al de Chapultepec.
Por Bárbara Amador
Fotos Elsa Godoy