Concebido y diseñado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), la exhibición Momias. Ilusiones de vida eterna se presenta hasta mayo en el Museo de El Carmen, en San Ángel, con la idea de compartir con el público la riqueza científica y cultural de este patrimonio.
El recorrido museográfico consiste en dos grandes secciones que a través de cinco núcleos temáticos tejen sutilmente los hilos de la biología y la cultura; la materia y lo incorpóreo: inicia con la escultura de Mictlantecuhtli, el señor de la muerte entre los mexicas, prestada por el Museo del Templo Mayor, enfrente se colocó un gran Vanitas (género plástico del barroco que representa la vacuidad frente a la muerte) del pintor Tomás Mondragón.
La primera sección es introductoria, fue curada por Patricia Ledesma, directora del Museo y Zona Arqueológica del Templo Mayor, y la investigadora emérita del INAH, Consuelo Maquívar, especialista en el virreinato. En un primer momento, el montaje conduce por algunas ideas sobre el valor de los cuerpos en el México antiguo y varias de las formas de su tratamiento mortuorio; destaca el arquetipo de la prolongación de la vida en otros espacios, a través de un viaje para el cual es necesaria una ofrenda que proporcione al difunto los elementos para sostener una vida semejante a la que llevaba.
Entre las piezas que exhibe este módulo destaca una máscara cráneo, procedente del Museo del Templo Mayor; cráneos de tzompantli elaborados en piedra y diversas piezas de cerámica recuperadas por la Dirección de Salvamento Arqueológico del INAH, así como dos entierros que ilustran el acomodo del cuerpo en la cosmogonía prehispánica y la fe cristiana.
En un segundo momento, el recorrido vira hacia el arribo de la religión católica a la Nueva España y abre con un Cristo crucificado: destaca la idea del Juicio Final que juzgará a vivos y muertos y la importancia de asegurar una buena muerte; aquí se exhibe una importante colección de obras plásticas virreinales que hacen alusión a la muerte, el infierno y el paraíso; destacan dos libros editados para difundir las prácticas de un buen cristiano: Preparación para la muerte y La dulce y Santa Muerte.
Asimismo, el montaje hace referencia a la preocupación sobre la muerte tan presente en la Nueva España debido a las epidemias, condiciones insalubres de la población y actividades como la minería, entre otras, al grado que se apoderó del pensamiento barroco. El visitante apreciará objetos procedentes de acervos de los museos de Arte Religioso de Santa Mónica, Nacional del Virreinato, El Carmen y la Pinacoteca de la Profesa, entre otros.
Entre las piezas principales se aprecia un políptico de la muerte, único, del siglo XVIII y uno de los dos únicos túmulos funerarios que existen en el país, ya que se trató de arquitectura efímera que sólo se utilizaba en las ceremonias fúnebres de personajes, en este caso dedicado a José de la Borda.
La segunda sección de la muestra ofrece un recorrido de la mano de la antropología física: aquí se muestran 17 cuerpos momificados de modo natural, procedentes de Chihuahua, Zacatecas y una de las más antiguas del país hallada en la Sierra Gorda de Querétaro; también hay ejemplares de taxidermia, disecados, dos cabezas reducidas. Los curadores son el antropólogo físico Concepción Jiménez y la etnohistoriadora Gabriela Salas.
El recorrido continúa con cuerpos momificados de la época prehispánica, seguido de los correspondientes a la época virreinal, donde se observan las diferencias de cómo estos grupos sociales enterraban a sus muertos.
La exhibición muestra a los cuerpos acompañados de los objetos que conforman sus ofrendas. Se encontraron envueltos en petates, amarrados con cordones elaborados con materiales de la región; algunos tienen cabello humano, otros tienen piel de algún tipo de animal, el conjunto revela una forma específica de enterramiento entre los tarahumaras.
La Momia Pepita, de dos mil 300 años, es considerada una de las más antiguas y mejor conservadas del país. Fue recuperada en la Sierra Gorda de Querétaro por la arqueóloga Elizabeth Mejía, del Centro INAH en ese estado.
Por último, el tercer núcleo presenta una amplia colección de taxidermia, restos disecados de insectos, mariposas y vegetales, dos cabezas reducidas y un mono. El cuarto núcleo presenta cómo el INAH lleva a cabo la conservación de los cuerpos momificados y la investigación que conlleva esta tarea.
Por Blanca Macías
Información y fotos cortesía INAH