La guerra zapatista 1916-1919
Conformada por: La irrupción zapatista, 1911; La revolución del sur, 1912- 1914, y Ejército Libertador, 1915; este tomo, La guerra zapatista 1916-1919 y el asesinato de Zapata, concluye la tetralogía que Francisco Pineda inició hace treinta años.
De esta forma y junto con la coedición de la Secretaría de Cultura y el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), el autor establece nuevas formas de entender lo ocurrido en México durante la guerra civil que se llevó a cabo entre 1915 y 1919, especialmente en Morelos y zonas aledañas. Junto a la resistencia denodada de los pueblos, se reconstruye en meticuloso detalle cómo esa guerra civil devino en guerra contrainsurgente de exterminio y cómo culminó en genocidio.
A pesar de su magnitud y premeditación, ese genocidio ha estado ausente, hasta ahora, de la historiografía dominante y yace silencioso en los archivos institucionales y en los que algunas familias atesoran, aguardando un lugar en la memoria social, como atestiguan las entrevistas y las cartas que Pineda encuentra y reproduce con encomiable arqueología, dándole así profundidad y extraordinaria emoción al recuento histórico.
Felipe Ángeles en la Revolución
En este libro, en coedición con el antiguo Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA); Friedrich Katz, Adolfo Gilly, Felipe Ávila Espinosa, Javier Garciadiego, Pedro Salmerón, Odile Guilpain, Rubén Osorio y Luis Garfias examinan diferentes momentos de la vida del general Felipe Ángeles; quien fue la excepción a todas las reglas: único alto oficial del ejército federal porfirista que se unió a los revolucionarios, era un intelectual en el más amplio sentido y uno de los pocos ideólogos que produjo la Revolución, además de haber sido un importante estratega e intermediario de Villa.
Nepantla
No es casual que Elsa Cross haya titulado Nepantla su más reciente volumen. La voz náhuatl nepantla significa “estar en medio”. “No aquí / No todavía allá”, escribe la autora, sino en ese espacio –cielo invertido, Mictlán a ras de tierra– donde “se avistan las dos orillas / sin llegar a ninguna”.
“En el sutil espacio de la mediación–escribe el poeta español José Ángel Valente–, encontraría su territorio natural la palabra poética.” Suspendida entre el arriba y el abajo, entre el nombre propio y lo inefable, entre la vida y la muerte, tal palabra habitaría una frontera que, a un tiempo, es un lugar de lugares y la ausencia de todo lugar, una forma ideal y una encarnación intermitente. A esa utopía consagra la autora este libro, que visita de nuevo –como en los poemas de otro volumen suyo, Jaguar– los símbolos e imágenes de las culturas prehispánicas.
Vuelta de siglo
La enorme acumulación que presenciamos en estos años de fenómenos nuevos, hasta hace poco inimaginables, parece indicar que hemos entrado en una nueva época. Se trata de una suma de hechos inéditos –naturales, como el sobrecalentamiento de la Tierra o el agotamiento de los yacimientos petrolíferos; científicos, como el desciframiento del genoma humano; técnicos, como la generalización de la informática o la exploración de la nanotecnología; económicos, como el fracaso del neoliberalismo o el surgimiento de una economía china beligerante a escala mundial; políticos, como el ahogamiento de la democracia representativa por los mass media o la caducidad y el reciclamiento transnacional del Estado nacional; sociales, como la nueva condición de la mujer o el aumento de los migrantes en la demografía mundial; culturales, como la generalización de la “estetización salvaje” o la museificación de la “alta cultura”– que no alcanza sin embargo a contrarrestar la sensación de suspenso, de “indefinición de sentido” en que parece encontrarse la historia actual.
Los textos que componen el presente libro, de la autoría de Bolívar Echeverría, se refieren sobre todo a la época actual, cuando asistimos al fracaso de los intentos de la sociedad moderna por reasumir la esencia de su modernidad, liberándola de la definición capitalista. Cada uno en torno a un tema diferente, buscan descifrar el sentido enigmático que presentan los datos más relevantes de esta vuelta de siglo. Van desde asuntos de orden general hasta enfocarse sobre la realidad latinoamericana, en especial sobre su historia, e intentan redefinir conceptos como “mestizaje” o “barroquismo” con el fin de aportar a la comprensión de su múltiple identidad moderna y a la localización del conflicto vivo pero reprimido que la lleva a reproducir una y otra vez esas condiciones espantosas de miseria económica, social y política sin las que pareciera no poder existir.
Corazón de mierda
Desde una vejez apacible y desde su voz se teje una historia de orfandad, crimen, desamor y expiación. Las estaciones comunes al Lazarillo de Tormes, al Periquillo Sarniento y al Candingas, ese diablo sonriente que le presta su nombre al protagonista de esta picaresca. Pero, aunque las estaciones sean las mismas, el paso por una voz las cambia. Al decir, al ir diciendo, su yo, la voz, barriobajera a veces y a veces lírica, siempre sabrosa, se vuelve la verdadera protagonista de esta novela deliciosa.
El Candingas puede derrotar todas las cerraduras y, del mismo modo, la noche que invita a beber con él a su lector para contarle su vida, logra abrir las barreras de la incredulidad. Al mismo tiempo, los episodios de su relato están dispuestos con la minucia necesaria para dibujar a sus personajes con velocidad y precisión, hacernos reír sin cesar y, al final, dejarnos desolados.
Como todo libro que vale la pena, esta novela de Gonzalo Lizardo, dice una verdad profunda acerca de una época. En el paso de la década de los cincuenta hasta la inminencia del 68, el espacio reconcentrado de esta narrativa de crimen y cárcel está lleno de videntes y violencias que anticipan lo que estaba por suceder en el afuera todavía optimista.
En Corazón de mierda late una de las más profundas tradiciones de la literatura en español, quizá el más antiguo de sus ríos novelísticos. Sus aguas recorren un surco centenario, pero felizmente siguen fecundando las páginas. Hay que saludar aquí la aparición agradecible del más joven de nuestra estirpe de pícaros.